lunes, 3 de octubre de 2022

Historia de un perro adulto adoptado

 Hace muchos años me entregaron un perro adulto, al que adoptamos enseguida, nos enamoramos de él. Era buenazo, enorme, se adaptó pronto a los muchos mimos que recibía de nosotros, era un peluche gigante. Me lo dio una familia de cierta amistad, que ya no lo quería tener. Tenía un problemita de salud, una alergia en la piel que costó mucho controlarle y aún así, no se curó nunca. Le dedicamos toda la atención, dinero en tratamientos que se merecía, todo y más.

Unos meses después de traerlo a nuestra casa, vino de visita su antiguo dueño, entró, charló animadamente un buen rato con nosotros. Preguntó cómo estaba "Bati", como él lo llamaba (nosotros le cambiamos el nombre), ya que le tenía afecto, sin embargo al perro no se lo veía por ninguna parte, lo llamé a viva voz, pero se lo había tragado la tierra. Fui al fondo de la casa, mi taller, y detrás de un caballete de escultura estaba el perro, sentadito y erguido, creyéndose oculto tras una de las patas del mueble, sin pestañear siquiera. Lo dejé, no insistí, y me volví a la entrada de la casa diciendo que no lo hallaba en ninguna parte.

Ni bien se oyó la puerta cerrar tras la visita que se fue, el perro salió de su "escondite" tranquilamente y se vino hacia nosotros, buscando caricias.

Nunca supimos por qué, ni tampoco daba para preguntar. Nuestro perro no quiso acercarse ni ver a su ex dueño y no volvimos a llamarlo cuando el hombre vino de visita otra vez.

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