lunes, 29 de agosto de 2022

La voz de la autoridad

 El dueño —la persona a quien el perro considera que lo es— tiene, si lo educó bien, la autoridad total. Los demás miembros de la familia que le dan órdenes y a quienes obedece, son sólo "prolongaciones" de su dueño. Obedecerá, si quiere, o forzado, o de mala gana, o después de "pensarlo" dos segundos, pero no lo hará al instante, como a su autoridad máxima.

No sólo los pastores alemanes, sino casi todo perro, de raza o mestizo. Los códigos son los mismos. La diferencia está en que el pastor alemán está normalmente más adiestrado porque los humanos ponen más empeño en él, nada más.

Es muy fácil comprobarlo. Observá la habitación, toda la familia está sentada, charlando. El perro está echado, reposando tranquilo y hasta dormido.

Cualquier miembro de la familia se levanta y sale del cuarto, el perro no se moverá. No vale hacer trampa invitándole a jugar o a darle un bocadillo, hagamos la prueba en serio. Levántense solamente para salir un momento de la habitación.

Si se levanta el dueño, el perro se levantará en el acto para seguirlo, no falla. No importa si está dormido, se despertará "mágicamente" y lo seguirá, así salga su dueño diez veces de la habitación.

Por eso, cuando se le da una orden al perro, los demás no deben interceder, ni siquiera el que es considerado como dueño. Si alguno intercede para "ayudar", mina la autoridad del que dio la orden. En mi casa mis hijos están muy instruidos al respecto. Yo soy la dueña, pero si mi hijo da una orden, me quedo callada para que se cumpla. El perro me mirará buscando la aprobación y al ver que no digo nada, obedece a mi hijo. Ahí está la clave: mi hijo es mi prolongación.

De esta manera se establece un orden para la familia, la casa, el perro mismo, que está tranquilo porque siempre sabrá a qué atenerse.

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